Hace un par de semanas donde todavia cabía la sorpresa de una noche de viernes con la temperatura suficiente como para sentir que el otoño este año había sido más que benévolo, recibimos la paga mensual y decidimos salir, dejarnos llevar por una noche en el centro bruselense. Primero hicimos la fila para proveernos del precioso metal frente al Mr cash como le llaman aquí a los cajeros electrónicos; en la fila una mujer con la Hijab o velo islámico hablaba por el celular, con el acento de Uccle ( barrio bien de Bruselas), prendas a la última moda y perfume de buena factura . Hablaba de un período místico por el que estaba pasando , interpretaciones bajo la lupa de una nueva visión que todo lo transformaba en certezas . Sus manos eran diminutas y delicadas lo mismo que sus cejas, pobladas y exquisitas sin embargo no recuerdo sus ojos, por lo general no se le miran los ojos a quien se escucha de manera furtiva.
Nos dirigimos al Dada bar como autómatas, tal vez sea nuestro bar preferido sin darnos cuenta, se escucha rock, entre Punk y Hardcore, la cerveza no cuesta tanto y el dueño es un gigante flamenco tatuado y gentil . Ese día se anunciaba un concierto así que nos quedamos , en ese baño turco en el que solo se puede respirar tomando una cerveza, el nombre del grupo se lo llevó para siempre la centrífuga del pogo bajo los efectos de un frenético hardcore, a los 10 minutos las paredes y el piso exhalaban vapor de agua y los que pudimos nos encaramamos sobre las sillas mientras tanto medio metro más abajo se debatían y resbalaban punks veteranos, skaters y borrachos.
Finito el concierto y las cervezas Orval , salimos en desbandada en busca de otro bar, deambulamos gran parte del centro atestado a esa hora por un montón de personas que tal vez como nosotros se despedían de la última racha de noches a la intemperie por este año que ya se fué . Fuímos a dar al Kafka, café que por las tardes es refugio de insólitos personajes solitarios en un espacio inmenso cargado de nicotina , viejas canciones de Claude Nougaro y Charles Aznavour . Por la noche es un poco distinto , casi siempre está repleto, se escucha Led Zepellin y Kafka que por las tardes se esconde , por la noche nos observa iluminado entre burlón y vampiresco.Todo bien en ese café, tal vez, por el barista Afghano , la decoración en madera , el viejo piano y no obstante la cerveza, si, se recomienda no pedir cerveza de sifón .
Salimos dispuestos a bailar deambulando por Sainte Catherine, entramos a “ Los Románticos” una especie de mega restaurante con pista de baile incluida, pomposo y semielegante. La mayoria de los bailarines aplicados en la tarea de practicar correctamente la salsa, el merengue o la bachata y de vez en cuando un intermedio tipo La playa del Sol. Los hombres se agolpan alrededor de la pista y cuando se escucha la voz quejumbrosa de Marc Anthony invitan a danzar a una gran cantidad de mujeres que tienen un gusto preferencial por las vueltas, los tacones altos y los bailarines de las islas y en eso estoy de acuerdo, los habitantes de las islas son los mejores bailarines a pesar de Marc Anthony o Elvis Crespo y otros especímenes .
Bailamos el Gran Combo, Fruko y sus Tesos , algo de Gilberto Santa Rosa, vimos como se baila la bachata que a pesar de no ser de mi agrado, es particular la armonía que se establece en las parejas cuando se dejan llevar por este ritmo. Una oleada de nostalgía nos expulsó de los Románticos, añorando el insuperable Safari de Cartagena de Indias , la salsa brava, el aire tibio de la madrugada , el guaguancó de la improvisación y el ron todopoderoso.
Atravezamos algunas calles y el bar “ Tropa” nos atrajo como un magneto, era el único lugar animado de la zona, de allí se escuchaban risas y música a buen decibel. El “ Tropa” es un bar karaoke Tailandés atestado de todo tipo de personas , origen y condición, iluminado por esa fastidiosa luz azul de ahorro energético, que a esas horas de la madrugada reemplazó el famoso azul reproche bogotano, los dos baristas hiperactivos y simpáticos, nos recibieron a punta de flashs fotográficos y en la pista central un grupo de muchachos cantaba una melodía conocida que perdía su identidad con la interpretación, al mismo tiempo por las pantallas, el texto rodaba sobre cascadas primaverales, chapuzones de pinguinos y osos polares en aguas semiheladas, playas, brisa y mar etc etc.
Mientras estuvimos en el Tropa no hubo ninguna pausa, uno a uno, los asistentes del bar karaoke se enfrentaban al micrófono y ejecutaban la canción de su elección, entre la disonancia más escandalosa hasta la habilidad más conmovedora, el ridículo es una palabra que no tiene cabida en el Tropa y eso es un alivio por estas tierras. Ingleses, vietnamitas, holandeses, españoles, eslovacos , guatemaltecos ….,tarareando y haciendo del Gramelot una lengua universal una mezcla de alcohol, musica popular y estampas coloradas. Un inmenso hombre cantó Lady in red, un dúo interpreto con bastante habilidad la “bohemian Rapsody” , un grupo de estudiantes se perdió y se encontró en el coro de Wonderwall y un señor de mediana edad, nos dejó a todos perplejos con su versión de My Way .
Tuvimos ganas de cantar, de cantar Felicitá de Al Bano y Romina, tal vez porque en mi caso esa canción me recuerda mi infancia y ahora me dá cierta estupida verguenza confesarlo.Gustos que se difuminan y adquieren valor dependiendo del lugar y las circunstancias, gustos al fin y al cabo, solo ganas de perdurar en la nada, clasificarla y estratificarla. Pero no pudimos, no había espacio ni tiempo. Al amanecer salimos cansados como debe ser, esquivando borrachos y vómitos sobre el pavé ( imagen recurrente en el centro de Bruselas) , tarareando un par de canciones semi olvidadas hasta llegar a Casa.